Lee el siguiente artículo de opinión sobre el tema del terrorismo yihadista y sus posibles soluciones. Expresa tu opinión exponiendo las causas, las consecuencias y las posibles soluciones contrastándolas con lo expuesto en el artículo y con los principios del Catecismo de la Iglesia Católica (números 2258-2269) al que puedes acceder a través del enlace que aparece en el apartado ENLACES INTERESANTES (columna de la izquierda) de este blog.
EL NUEVO y terrible atentado terrorista en París, aunque con contenidos y motivaciones propias, tiene el mismo origen que el anterior de hace 10 meses, también en la capital francesa, contra el semanario satírico Charlie Hebdo:
el fundamentalismo religioso con el brazo ejecutor del denominado
Estado Islámico (IS). Ante la clara determinación de continuar y
extender estas acciones terroristas no sólo en Europa, sino también en
otros lugares del mundo, es indispensable un antes y después en la lucha
contra el terrorismo, porque la repetición de este atentado demuestra
que se trata de acciones no aisladas sino organizadas
para ser repetidas periódicamente, como una guerra santa y venganza
contra lo que en cada momento se consideren ofensas contra su religión, o
acciones en territorios que estimen de propiedad de su Estado Islámico,
como ocurre actualmente en Oriente Próximo, principalmente en Siria e
Irak.
Este tipo de terrorismo religioso que
supone ya una amenaza mundial necesita para su erradicación respuestas
también organizadas, no aisladas, sino coordinadas internacionalmente,
lo que no se ha realizado desde el anterior atentado de París. Las
acciones policiales, tanto en Europa -donde existen santuarios
yihadistas en algunas comunidades musulmanas con personas que colaboran
con el terrorismo-, como en el resto del mundo donde también se ha
sufrido el zarpazo terrorista, son imprescindibles, coordinadamente con las correspondientes acciones militares en los territorios donde este islamismo impone su violencia religiosa con imágenes sangrientas.
Por
supuesto que esta coordinación debe extenderse al ámbito del
ciberespacio para desarticular las redes de la ciberdelincuencia del
terrorismo, ampliando los contenidos del Convenio del Consejo de Europa
en este tema para aplicar una política penal común ante los cambios causados por la digitalización y la globalización de
las redes informáticas y su utilización para cometer actos terroristas y
transmitir informaciones con datos y sistemas informáticos a veces
falsificados.
Ante este panorama, se debería vigilar la financiación del terrorismo
y concretar principios relativos a la extradición y a la asistencia
mutua judicial y policial. Pero estas medidas son insuficientes por sí
solas partiendo de que la característica del Estado Islámico es que la
guerra que libra no tiene lugar sólo en los territorios y campos de
batalla sino también a través del método programado del terrorismo
basado en justificaciones religiosas de guerra santa. Como ya señalaba en un lejano artículo anterior que ahora completo con nuevas precisiones, ya que este terrorismo ordena combatir a los infieles allí donde se encuentren,
es imprescindible comenzar por su deslegitimación religiosa, que debe
iniciarse por quienes tienen el reconocimiento de representantes máximos
de las religiones mayoritarias, entre las que se encuentran el
cristianismo, el judaísmo y el islam, que deberían propiciar una reunión
al más alto nivel y llegar al compromiso solemne de prácticas
religiosas a través únicamente de métodos pacíficos alejados de toda
violencia.
Se trataría de un acuerdo público de lealtad religiosa
que deslegitimaría la pretendida justificación religiosa de las
acciones yihadistas, evidenciando así su simple condición de terrorismo.
No cabe duda que en estos momentos, a diferencia del cristianismo y
judaísmo, lo más difícil es encontrar representantes con autoridad universal en el islam con más de 1.200 millones de creyentes
desperdigados en diferentes países del mundo, lo que ha llevado a
diversas ramas -principalmente, chiíes y suníes- enfrentadas entre sí
para conseguir ostentar la representación de la religión musulmana, y
también a decisiones equivocadas del mundo occidental guiadas
principalmente por intereses de predominio político y económico en sus
alianzas coyunturales con distintos países musulmanes.
Pero ante el descrédito que la religión musulmana puede sufrir por las acciones del autoproclamado Estado Islámico, es
indispensable encontrar a los portavoces más representativos del islam
para lograr que se involucren en el compromiso de convivencia pacífica entre
las naciones desde el respeto a todas las creencias religiosas.
Mientras tanto, son insuficientes, aunque valiosas, las condenas del
terrorismo yihadista por parte de los representantes del islam en los
territorios donde se producen los actos terroristas.
El
compromiso de lealtad religiosa debería corresponderse con otro de
lealtad política de todos los Estados, auspiciado desde la Asamblea de
Naciones Unidas, con el compromiso de actuar bajo los principios del
respeto a las creencias religiosas, sin injerencias para subordinarlas a
estrategias políticas como ha ocurrido frecuentemente en las diversas
etapas históricas de todas las religiones y que es lo que precisamente
pretende ahora el Estado Islámico golpeando al país que, con la Revolución francesa, inició la nueva era de separación de religión y Estado.
Se comprende así en todo su valor la reacción de los ciudadanos
franceses de responder con orgullo a las provocaciones que padecen
entonando el himno nacional, La Marsellesa.
No
hay que olvidar que la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de 1789 -tal vez el documento histórico más importante del
reconocimiento de la dignidad de toda persona por el hecho de serlo- es
lo que ha permitido ir desarrollando sus principios como base para ir
acogiendo en Europa a inmigrantes de otros países del mundo desde el
respeto mutuo. La muy numerosa comunidad de más de cinco millones de
musulmanes en Francia es una buena muestra de ello. Es una aberración
histórica e incomprensible que este contexto de tolerancia existente en
los países europeos se aproveche por el fundamentalismo islámico
violento para introducir caballos de Troya que buscan destruir
la convivencia pacífica lograda. Ante este terrorismo religioso que
afecta no sólo a los valores europeos sino también a los valores
universales de la humanidad, vulnerando los derechos fundamentales, es
necesario que las Naciones Unidas pongan en práctica los principios de
la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, así como la actualización de la
importante Declaración de la Asamblea General de 1981 sobre la
eliminación de todas las formas de intolerancia en las religiones, tal y
como se recoge en el dossier de Naciones Unidas sobre Consciencia y
Libertad.
ESTE MARCO de acciones coordinadas policiales, religiosas y políticas debería completarse con el factor clave de la educación en las aulas;
hace falta fomentar el respeto en todo el mundo a las diversas
creencias religiosas y, al mismo tiempo, la erradicación de toda
violencia. Una tarea que correspondería dirigir a la Unesco, partiendo
de las diversas peculiaridades de cada región del mundo, comenzando
desde Europa ante el nuevo panorama de la inmigración y continuando por
los países musulmanes, donde en algunas escuelas islamistas se adoctrina
para culpar a otras religiones de la maldad en el mundo, introduciendo
así el germen de la confrontación y la violencia entre las diversas
religiones y culturas.
También a los medios de comunicación y al periodismo, conciliando libertad de información y responsabilidad,
les corresponde la formación de una opinión pública veraz sobre hechos
tan graves y complejos como el terrorismo actual, que no debería impedir
el desarrollo de la convivencia pacífica de las religiones que
permitan, como en algunos momentos históricos, escuchar en las ciudades,
al mismo tiempo, los rezos de las sinagogas, la llamada del muecín a la
oración desde los minaretes de las mezquitas y el tañido de las
campanas desde las iglesias.
Manuel Núñez Encabo
es catedrático europeo ad personam Jean Monnet de Ciudadanía Europea
(UCM)y vicepresidente primero de la Asociación de ex diputados y ex
senadores de las Cortes Generales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario