PODEMOS SER FELICES
Aunque la felicidad es un estado subjetivo, los psicólogos nos han facilitado en los últimos años muchas claves concretas acerca de qué nos hace más felices o infelices.
Por ejemplo, ¿sabías que solo alrededor de la mitad de tu capacidad para ser feliz está determinada por la genética? Es lo que los expertos denominan tu punto nodal de la felicidad. Puedes mejorar o empeorar tu tendencia innata a ser más o menos feliz, pero,al igual que ocurre con tu peso, tiendes a volver a tu punto medio.
Aproximadamente otro 10 % de tu capacidad de ser feliz depende de tus circunstancias. Y el 40% restante es el producto de tu comportamiento diario, de tu enfoque vital y de cómo juzgas a los demás y a ti misma. Así que mucho está en tus manos.
Redes. La mirada de Elsa: "Balanza de la felicidad"
PUNTO DE PARTIDA
- ¿Cómo definirías la felicidad?
- ¿Piensas que la felicidad se construye día a día?, ¿de qué depende, de la suerte que tengas o de tu <<destino>>? Razona tu respuesta.
- ¿Crees que se puede ser feliz viviendo una situación difícil como la muerte de un familiar, una enfermedad crónica, una discapacidad...?
- ¿Qué te hace feliz?
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¿Quién escribe este texto?
Es el único libro de la Biblia firmado por su autor, Jesús Ben Eleazar Ben Sira, maestro judío, como refleja el capítulo 50, versículo 27: "Doctrina de ciencia e inteligencia ha condensado en este libro Jesús, hijo de Sira, hijo de Eleazar, de Jerusalén, que de su corazón derramó sabiduría a raudales".
¿A quién va destinado?
Para las personas que deseen crecer espiritualmente. El autor, como buen judío de su época, tenía una mentalidad machista; no obstante, su texto le haría la competencia a cualquier libro de autoayuda, pues sus consejos siguen siendo válidos.
¿Cuándo se compuso este texto?
Escrito en hebreo hacia el año 180 a. C. en Jerusalén.
Otros datos
Este libro también es conocido como Sirácida o de Ben Sira. Recibe el nombre de Eclesiástico porque las primeras comunidades cristianas lo leían con bastan- te frecuencia en la Iglesia antigua, llegando a convertirse en el «libro de la asamblea» (ecclesia).
¿Qué nos dice este texto?
Este texto, que traduce del hebreo al griego el nieto de Ben Sira, nos hace reflexionar sobre nuestra forma de actuar para conseguir ser una persona íntegra.
¿En qué ponemos nuestro corazón?, ¿a dónde queremos llegar?, ¿qué tipo de persona queremos ser? Lo primero que hace es determinar los valores y virtudes que nos pueden ayudar a alcanzar la felicidad y la plenitud como personas.
En algunas ocasiones podemos pensar que con el dinero se puede conseguir todo. Pero Ben Sira, ya en el siglo II a. C., nos dice que no es así, que es más importante tener buena salud física, mental y espiritual para construirnos como personas libres y felices. Porque, ¿para qué necesito grandes tesoros si no voy a poder disfrutar de ello por culpa de una enfermedad?
El autor también nos advierte de que, si nos encerramos en nosotros mismos debido a las dificultades o los problemas, la vida pasará de largo sin darnos cuenta de lo bueno que acontece a nuestro alrededor, desaprovechando los días, llenándolos de tristeza y mal humor. Así perderemos el tiempo y no le sacaremos ningún beneficio, apagando la alegría del corazón. Al final del texto recuerda otros aspectos que nos deben ayudar a reflexionar y construirnos como personas:
- Cuidar de no caer en la envidia, sabiendo aceptar y aprovechar todo lo que somos y tenemos.
- No emitir juicios sobre los demás. Ser empáticos, ponernos en el lugar y las circunstancias de la otra persona para comprenderla mejor.
- Reflexionar antes de realizar cualquier acto. Todas las decisiones que tomamos tienen sus propias consecuencias, por eso es conveniente no realizar nada a la ligera y pararnos a pensar en las repercusiones que podrían tener nuestros actos.
Del paraíso a la actualidad
¿Cómo alcanzar la felicidad?
La búsqueda de la felicidad es un camino que todo ser humano emprende, independientemente de su origen, cultura o religión. Pero, aunque el objetivo es común, cada uno interpreta esa tarea de forma distinta. El diccionario de la Real Academia Española la define como «estado de grata satisfacción espiritual y física», lo cual tampoco nos da muchas pistas. Ser feliz, para algunos, es tener seguridad o bienestar en la vida, y quizás pensemos que las compras, las fiestas o el dinero nos van a ayudar con ese fin.
Puede ser; no obstante, el sentimiento que se desprende de esto es más bien pasajero y, con cualquier tropiezo o dificultad, desaparecerá. La felicidad duradera no se alcanza a través de lo material o superfluo, sino a través de nuestros logros, de nuestra realización personal.
Para orientar nuestra vida hacia este objetivo, la Biblia nos dice que nos guiemos por el corazón, la sabiduría, la prudencia, el espíritu y el amor.
- La sabiduría y la prudencia. Las Escrituras nos enseñan que las personas sabias y prudentes llevan una vida llena de buenas obras y tienen la conciencia tranquila. En el Nuevo Testamento la prudencia es una de las virtudes principales, y esta debe estructurar la vida moral de la persona cristiana.
- El espíritu. Según el Antiguo Testamento es el que da vida al cuerpo y por ello se manifiesta en todo nuestro ser. Pero lo más importante es que nos enseña a discernir entre el bien y el mal, y ayuda a nuestra conciencia a tomar decisiones. El espíritu es el que nos lleva a tener un corazón nuevo capaz de escuchar a Dios.
- El corazón. Con este término no se refiere solo a nuestro órgano vital, sino también al centro de nuestras decisiones y afectos, y a la conciencia, El Antiguo Testamento cuenta cómo el corazón se alegra con nuestras vivencias positivas y parece que se rompe con las negativas. Para el Nuevo Testamento, es también donde se expresan los sentimientos más íntimos de la persona, donde se sienten las alegrías y las tristezas e incluso la presencia de Dios. Comprende la capacidad de amar, es decir, la afectividad, un aspecto esencial de la espiritualidad. La profundidad y la plenitud de una persona dependen en gran parte de su capacidad afectiva y de su disposición hacia las necesidades de los demás. En definitiva, el amor debe ser la medida de todo nuestro actuar y existir, tal y como nos enseñó Jesucristo con sus palabras y obras.
Nuestra escala de valores
El camino hacia la felicidad pasa a través de la coherencia, es decir, debemos vivir acorde a lo que consideramos más importante para nosotros. Para conseguir esto es necesario tomar nuestras decisiones desde la reflexión y fundamentarlas en valores que nos llenen a largo plazo. Por ello necesitamos conocerlos, ya que, consciente o inconscientemente, conforman nuestra vida; y además saber en qué grado son más o menos determinantes.
Piensa en diez personas, cosas o situaciones que son importantes en este momento para ti: familia, amigos, estudios, fe, teléfono móvil, equipo deportivo, naturaleza, etc. Escríbelas en papeles individuales y ordénalas de más a menos relevantes. El resultado representa tu escala de valores actual.
Algunos de ellos son fruto de la educación que has recibido, de lo que es importante para tu familia. Otros los vamos adquiriendo por nosotros mismos, a través de nuestras experiencias. Y los demás son reflejo de la sociedad en la que vivimos.
En consecuencia, hay tantas escalas de valores como personas, lo que es un valor para algunos para otros no lo es. Por ello las personas cristianas intentamos ir más allá de esta visión subjetiva y fundamentar nuestra vida en virtudes, ya que estas están siempre orientadas al logro del bien personal y común.
- ¿Cómo se alcanza la felicidad duradera?
- Según la Biblia, ¿qué nos debe guiar en el camino hacia la felicidad?
- Según el Nuevo Testamento, ¿cuál es una de las virtudes principales?
- ¿Quién nos ayuda a discernir entre el bien y el mal, y ayuda a nuestra conciencia a tomar decisiones?
- ¿A qué se refiere la Biblia con el término corazón?
- ¿Qué quiere decir la frase "el camino hacia la felicidad pasa a través de la coherencia"?
- ¿Qué es la escala de valores?
- ¿En qué fundamentan sus vidas los cristianos? ¿Qué virtudes nombra el papa Francisco? ¿Por qué las llama virtudes. y no valores?
Nuestra escala de valores
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Apoyarnos en los demás es una manera de afrontar el sufrimiento humano. |
Sabemos muy poco del dolor y menos aún de su porqué. ¿Por qué, si Dios es bueno, acepta que un muchacho se mate la víspera de su boda, dejando destruidos a los suyos? ¿Por qué sufren los niños inocentes? Nosotros, cristianos, debemos ser prudentes al responder a estas preguntas que destrozan el alma de media humanidad. ¿Quién ignora que muchas crisis de fe se producen al encontrarse con el topetazo del dolor o de la muerte? ¿Cuántos millares de personas se vuelven hoy a Dios para gritarle por qué ha tolerado el dolor o la muerte de un ser querido?
José Luis Martín Descalzo, Reflexiones de un enfermo en torno al dolor
Parte de nuestra capacidad para ser felices depende de las circunstancias. Parece obvio pensar que cuando las cosas nos van bien lo somos, pero ¿y cuando algo va mal? Puede ser un problema económico, familiar, una enfermedad sobrevenida, la muerte de un ser querido...; en definitiva, situaciones que nos tambalean a nivel personal y, a muchos, también a nivel de fe, culpando a Dios de lo que les esté pasando. Si hacemos un recorrido por el pensamiento bíblico, comprobaremos que este recurso no es nuevo; no obstante, los cristianos debemos tener en cuenta varios aspectos sobre el dolor o el sufrimiento.
- El sufrimiento es inherente al ser humano. Al dolor no se le encuentra sentido, molesta, pero, por mucho que lo intentemos, no podemos hacer que desaparezca. Gran parte del sufrimiento de nuestra vida viene provocado por el amor a los demás.
- No es un castigo de Dios. En el Antiguo Testamento, los profetas pensaban que el sufrimiento provenía de Dios: «¿Sucede una desgracia en una ciudad sin que el Señor la haya causado?» (Am 3, 6). Es una idea que sigue arraigada en una parte de la sociedad. Pero, ya en el Nuevo Testamento, Jesús nos enseñó que Dios es un padre que cuida de sus hijos, los ama y no los castiga, al contrario, se preocupa por recuperar a <<la oveja perdida».
- No es una prueba a la que Dios nos somete. En el Antiguo Testamento, en el libro de Job, por ejemplo, se traduce el sufrimiento como una prueba que Dios pone a sus siervos. En el Nuevo Testamento, Jesús, sin embargo, cura y salva a muchas personas que estaban desahuciadas, devolviéndoles la dignidad que la enfermedad o la pobreza les había quitado. Es verdad que las situaciones de sufrimiento nos ponen a prueba. Pero Dios nos salva, no mediatiza la vida de las personas de esta manera; sería negar la libertad que Él mismo nos regaló al crearnos.
- «La resignación no es una virtud cristiana». (Papa Francisco, Audiencia del 11/10/2017). Es una falsa idea pensar que un cristiano debe conformarse ante el sufrimiento o el dolor. Jesús no lo hizo, lo aceptó, pero lo afrontó con dignidad y fortaleza, y sus palabras fueron de esperanza, perdón y compasión, actitud que ahora conocemos como resiliencia.
- Dios no nos abandona. Si hay alguien que sufrió como Jesús en el Calvario fue su madre. Dicen que no hay dolor más grande que el de una madre que pierde a su hijo, y María lo vivió. Dios, desde la cruz, es sensible a ese dolor, la consuela y nos enseña que, aun en las situaciones más extremas, Él está con nosotros. Como decía el poeta francés Paul Claudel, «Dios no ha venido a explicar el sufrimiento, sino a llenarlo con su presencia».
La cruz de Cristo interpela al hombre y su sufrimiento. A través de ella veneramos a un Dios que asume el padecimiento humano y, por ello, tanto Él como su madre son un consuelo para muchas personas que luchan ante situaciones difíciles de enfermedad, muerte o injusticia. Pero, además, no debemos olvidar la que es la gran esperanza para el cristiano, porque después de la muerte Jesús nos regaló la VIDA. Por ello, aunque no podamos encontrarle un sentido al dolor, como cristianos, debemos buscar razones para la esperanza.